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2013-09-29

Soltando amarras... Mientras tanto...



   Aquel que desaparecía entre las ramas formaba parte del terrible, y temido en aquella parte de la isla, Clan Blackrose. El clan sin duda más respetado de cuantos poblaban aquella parte este de Escocia. Conocidos por sus sanguinarias artes para matar con cualquier tipo de arma, o incluso sin ella, eran maestros del camuflaje y ágiles bestias arbóreas capaces de desplazarse a través de los bosques a mayor velocidad que un mono o un chimpancé, pero con la sutileza de una mariposa.

    Los soldados Blacker, como se les denominaba, no usaban el kilt sino que vestían por completo de cuero oscuro, cubriéndose todas las partes con varias tiras, de unos 10 centímetros de ancho, de tela negra, y sobre ello una sola armadura ligera de cuero tintado mate, en ese mismo color. Solo sus ojos y sus manos quedaban al descubierto. Cada soldado del clan, portaba un arco con sus flechas emponzoñadas, una espada corta y dos puñales. Haciéndose cubrir por último bajo una capa color verde sombrío. Uno muy similar al de las zonas más oscuras de los bosques en las partes más frondosas de sus árboles.

En breve alcanzaría su destino. Fuerte Badmilk, a tan solo dos millas de donde se encontraba la aldea.

   En cuanto fue avistado desde lo alto de las gruesas murallas calizas del fuerte, abrieron los dos colosales portones de roble de la entrada. Recorrió al sprint los últimos doscientos metros y comenzó a subir los escalones de acceso al castillo de tres en tres. En escasas siete zancadas estaba en lo alto y entrando a la nave central de la fortaleza.



   Los dos hombres estaban a punto de hacer su entrada a la cabaña cuando de pronto pararon en seco su caminar, y se volvieron hacia la muchedumbre, la cual detuvo idénticamente la marcha, empujándose unos a otros y se hizo silencio. Moett había adelantado un paso su posición respecto a Hosspur, que fue quien comenzó a hablar.

    –Amigos, silencio por favor. No os preocupéis, como ya sabéis el extranjero sigue con vida y parece ser que se recuperará. Hoy no podrá casi ni hablar por lo que hasta mañana posiblemente o pasado no sepamos nada ni será conveniente que se le moleste. Sin embargo hay algo de lo que sí debemos preocuparnos. A estas horas es muy posible que esta noticia haya llegado ya a oídos de Bëltzez, y con toda probabilidad ya esté preparando a sus huestes para venir a por el muchacho. Debemos activar el protocolo, y estar preparados. Os dejo con Moett, él os explicará el resto. Estad alertas y que Mari nos proteja.

    Dicho esto, continuó caminando ya en solitario, y con la mirada fija en el bosque próximo, hacia la cabaña.

    No obstante antes incluso de que Moett tomase la palabra, la gente allí congregada ya se había colocado siguiendo los pasos entrenados durante largos años de resistencia a clanes más poderosos que el suyo. Esto consistía en que se formaban filas de manera tal que los que más responsabilidad tendrían en la defensa de la aldea se colocaban en la parte delantera para recoger mejor las órdenes y con posterioridad, transmitirlas hacia atrás en voz baja por familias, a la vez que el resto de grupos elevaban sus voces charlando de temas completamente ajenos al tema en cuestión. Sabían de la proximidad de los Blackers y de que sus vidas muy posiblemente dependerían del factor sorpresa, como otras veces, a la hora de defender su aldea y su propia libertad.

    –Bien, amigos, llegó la hora de poner en practica todo lo aprendido y entrenado. Esperemos que tanto trabajo tenga la mejor de las recompensas, nuestra propia existencia y la de nuestros hijos e hijas. Cada uno de vosotros sabéis lo que debéis hacer. Sophie te quiero al frente de las arqueras en la zonas norte y este, infórmales y que por los intervalos de tiempo establecidos vayan tomando sus posiciones. Quiero un cien por cien de acierto. ¡Venga!. –Y guiñó su ojo izquierdo.

    Sophie, era la hermana de Moett, su mujer de confianza digamos. Al contario que su hermano, ella había salido a su madre. Complexión atlética y cercana al metro y noventa centímetros de estatura, pelo rubio y recogido atrás en una mediada coleta. Ella, como el resto de arqueras y mujeres en edad de combatir, vestía el kilt. Su rostro, al igual que su temperamento, era dulce. Sabía mostrarse no obstante un tanto dura y exigente cuando así debía ser.
–Descuida hermano. –Respondió devolviéndole el guiño. –*Mari zurekin.

… 

    Clavó sus dos rodillas en el gélido mármol del interior de la nave.
Despojado de toda vestimenta y temblando. Sólo tenía ante sí el reflejo de la enorme espada que ante él se alzaba. Fue lo último que vió.
Luego se orinó.
Apretó sus ojos esperando el golpe del afilado acero sobre su cuello desnudo.

     Y justo, en el momento que dejaba de darle vueltas a la cabeza, esta rodaba por el frío suelo.

¡Zas!, otro más.                                                           

–Maestro, el muchacho sigue…

    –Callaté. Lo sé. Me fallaste y él sigue vivo. –Interrumpió Bëltzez. –Quiero que vuelvas allí con seis hombres y traigas a los tuyos contigo. A todos.

–Como ordene maestro.


    Dicho esto, no hubo más. El blacker dio media vuelta con marcialidad y se retiró. Sabía que era el final de todo. Conocía a Bëltzez. Y peor aún, lo admitía.

M.B.2013

*Mari zurekin - Mari te ecompañe.
 Mari es la Gran Dama de la mitología vasca.
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